Quien pisa tierra Vetana en el alma la llevará…
En el paisaje de Vetas se percibe la presencia de Dios. El ser humano, moldeado a cincel en la rudeza de la piedra de la mina, le canta a su tierra, sufre y goza, vive y muere por ella.
Quien observe en profundidad los ojos miel, verdes o azules de un niño vetano, sentirá la revelación total de su paisaje hecho calor de sangre en esas frías y maravillosas tierras de amor, del dolor y de olvido.
Los paisajes de Vetas no son de ayer ni son de hoy : SON UN ACTO DE FELICIDAD DE SIEMPRE.